El
enfoque interdisciplinario como principio de la educación inclusiva
La
diversidad es una constante inherente a la condición humana y se manifiesta a
lo largo de todo el ciclo vital. Esta diversidad abarca múltiples dimensiones:
personales, sociales, económicas, históricas y culturales. Atenderla en el
ámbito educativo exige transformaciones profundas que garanticen el respeto, la
igualdad de derechos y oportunidades para todos los estudiantes (López, Echeita
y Martín, 2010). En este sentido, la educación inclusiva se concibe como un
proceso dinámico, complejo y transformador que busca asegurar la presencia,
participación y aprendizaje de todo el estudiantado (Simón y Echeita, 2016).
Dado
el carácter multifactorial de la inclusión, es imprescindible adoptar un
enfoque interdisciplinario, entendido como la interacción sinérgica de
diferentes disciplinas científicas para el estudio integral y sistémico de los
fenómenos educativos (Gomzyakova, 2020). Esta perspectiva permite comprender de
manera más profunda las necesidades y potencialidades de los estudiantes,
especialmente de aquellos pertenecientes a grupos vulnerables o con
discapacidad, y diseñar estrategias educativas que promuevan su pleno
desarrollo.
La
aplicación de este enfoque ofrece múltiples ventajas: incrementa la efectividad
del trabajo educativo, mejora la comprensión de las características del
desarrollo infantil, favorece una educación más integral y propicia una
experiencia cognitiva más enriquecedora (Gomzyakova, 2020). Además, permite a
los docentes organizar el proceso educativo desde una perspectiva más amplia y
cualitativamente superior, incorporando aportes de diversas disciplinas que
atienden de manera más eficaz las particularidades del estudiantado.
Uno
de los pilares fundamentales de este enfoque es el trabajo en equipo, donde profesionales
de distintas áreas como pedagogía, psicología, medicina, trabajo social y
educación colaboran con las familias para diseñar, implementar y evaluar
estrategias inclusivas (Gutiérrez Rivera y Gómez Bonilla, 2007; Manor
Binyamini, 2013). Este trabajo interdisciplinario fortalece la práctica
pedagógica y requiere de estructuras flexibles, formación docente, evaluación
continua, y el apoyo de la comunidad educativa (Sánchez Teruel y Robles Bello,
2013).
Sin
embargo, la interdisciplinariedad no debe limitarse al ámbito interno de las
escuelas, sino extenderse hacia una lógica intersectorial que involucre a las
estructuras sociales, económicas e institucionales. Según Sheveleva (2018), la
intersectorialidad es clave para alcanzar una educación inclusiva y social,
articulando esfuerzos entre distintos sectores y promoviendo políticas públicas
integrales que respondan a la complejidad de los fenómenos sociales.
Como
afirman Grigorieva y Chubarova (2020), la solución a los problemas sociales no
puede ser abordada desde una sola disciplina, debido a su carácter
multidimensional. Por ello, es urgente establecer políticas sociales
intersectoriales que garanticen la inclusión y justicia para todos,
especialmente para las personas con discapacidad.
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